Hace tiempo que te lo pido, te imploro que te detengas , pero no hay piedad en esa roca que arrojas rompiendo el espejo, el relato cerrado y pulcro que por años he sostenido.
Yo sigo siendo un niño, no lo olvides.
Estoy replegado, asustado, escondido entre las oscuridades ciegas de tus máscaras.
¿Para qué necesito tus verdades? y ¿el atroz reflejo del sol contra las urgencias del mundo cotidiano?¿acaso es verdad (estás tan seguro...) que estos colores nuevos me permitirán andar por jardines acanalados, jugar a que soy feliz, y me lo creo?
No te importaron mis lágrimas y los huesos tiernos sonando a cristales rotos. Yo no necesitaba que veamos el verdadero rostro de nuestra alma
miércoles, septiembre 05, 2007
El espejo
Yo, de niño, temía que el espejo
me mostrara otra cara o una ciega
máscara impersonal que ocultaría
algo sin duda atroz. Temía asimismo
que el silencioso tiempo del espejo
se desviara del curso cotidiano
de las horas del hombre y hospedara
en su vago empuje
seres y utensilios femeninos
a nadie a quien perdonar, como un tesoro
yo temo este desplazar de hilos que sujetan
el ver la mínima expresión de una idea
lastimada, sin posibilidad ni fortaleza
el que Dios ve y abre camino
me mostrara otra cara o una ciega
máscara impersonal que ocultaría
algo sin duda atroz. Temía asimismo
que el silencioso tiempo del espejo
se desviara del curso cotidiano
de las horas del hombre y hospedara
en su vago empuje
seres y utensilios femeninos
a nadie a quien perdonar, como un tesoro
yo temo este desplazar de hilos que sujetan
el ver la mínima expresión de una idea
lastimada, sin posibilidad ni fortaleza
el que Dios ve y abre camino
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