lunes, abril 28, 2008

El zapatero

Don Cipriano: es italiano, vive en una de las tantas selvas que hay en Asia, entre árboles de palo santo y sándalos. Está desnudo y rodeado de sotobosque
Escribe: la memoria de una Mujer argentina, patagónica, por nacer

El valle, 9 de abril de 2008

Estimado Don Cipriano:
Por su mirada certera supe enseguida que usted podrá ayudarme. Sé que ha decidido jubilarse, pero sus piernas abiertas y sus manos prestas me certifican que aún no ha perdido el gusto por materializar zapatos.

Sé de su experiencia por las referencias de algunos privilegiados que han podido contar con sus peculiares servicios. Extraordinarios, si, pues no responden a parámetros convencionales. No me mire mal, Don Cipriano, no me desconfíe, olvídese de este marco agraciado de palabras y sepa entender mi necesidad y estima. Bien, desembucho.

Soy el alma del zapato que Usted deberá confeccionar. Este zapato acompañará a Elisa durante toda su vida, será su memoria y la de su tiempo. Por lo tanto debe ser confeccionado con materiales que tengan la confianza del agua que a todo se adapta, la suavidad de la fruta que es capaz de acariciar una salsa picante, la transparencia que envuelva e interprete las rugosidades del camino, que retenga la impronta del mordisco de amor, de odio, de hambre, de injusticia.

No le pido que me lo entregue acabadito y brillante, lustrado para ser lucido en la plaza del pueblo, no, lo quiero lleno de recodos a ser descubiertos, moldeados, transpirados, exigidos, disfrutados.

Se lo pido porque es importante, yo lo se, usted lo sabe, que ellos no se resistan, que sepan entregarse y transformarse a las presiones del andar, el amor, el llorar, el festejar. Mire, quiero unos zapatos , ¿cómo le diría…?, sabios. No los quiero arremilgados, ni esquivos, ni mentirosos, ni escondedores. Los quiero con garra, defensores de su impronta. Con los colores de la berenjena, que son todos y ninguno, con esas ésas letras y sonidos: ver, en, nave, gane, regenera, arena, bregar, renga, ave, ajena, hereje, reja, jarra, genera, nana, nena, vena, naranja…), con las luces tenues de esos reflejos.

Mire, Don Cipriano, que no se le hinchen los pies, para acompasar esta memoria necesito que usted haga su mejor trabajo, pues estos zapatos andarán zonas sombrías, no tendrán descanso, deberán luchar contra el silencio, el miedo y las conveniencias egoístas del par de medias que le impongan, contra el rencor y la ignorancia. Contra esa pregunta que nos taladra y nos acorrala: ¿y la memoria, para qué?

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